
Calidad de un producto: definición, indicadores y cómo mejorarla
La calidad de un producto repercute en su capacidad para satisfacer las expectativas de los clientes. Conocer sus indicadores y cómo mejorarla aumentará la probabilidad de éxito en el mercado.
La calidad de un producto se puede valorar de diferentes formas. Pero de lo que no hay duda, es de que se necesita garantizar un estándar mínimo para que se pueda vender. Dicho estándar es variable y dependerá de cómo desee posicionarse cada marca y de cómo quiera que los consumidores la perciban. Hoy veremos en qué consiste exactamente la calidad, los indicadores que se utilizan para medirla y de qué forma podemos mejorarla.
¿Qué es la calidad de un producto?
La calidad de un producto es el conjunto de características que posee y que le permiten cumplir con la finalidad para la que fue concebido. Es decir, las necesidades y deseos del consumidor, pero también sus expectativas. Podría decirse que es una medida integral de la excelencia y que tiene en cuenta factores como el rendimiento, la confiabilidad o la satisfacción del cliente, que están relacionados con la experiencia real al utilizar el producto.
No obstante, la calidad se debe contemplar como un concepto en constante cambio. Si bien cada unidad de producto debe mantener unos estándares determinados, el diseño y sus funcionalidades se adaptarán a los cambios del entorno. Por ejemplo, las mejoras en tecnología e innovación y las tendencias del mercado. De este modo, el producto seguirá siendo relevante, competitivo y con valor frente a las demandas del mercado.
¿Cuáles son los indicadores de calidad de un producto?
Los indicadores de calidad de un producto son los elementos que nos ayudan a medir si aquel se ajusta realmente a lo que promete. Pueden ser tangibles, como la durabilidad, funcionalidad, seguridad o diseño; pero también intangibles, como sería la percepción de marca, la facilidad de uso o la satisfacción emocional.
Sin embargo, para que se considere que un producto es realmente de calidad, este no se limitará a cumplir con unas expectativas determinadas. Sino que, por el contrario, será capaz de superarlas gracias a un valor añadido. Este es el que tiene el potencial para ganarse la confianza y la lealtad de los clientes.
Pero además de los mencionados, hay otros indicadores que también son eficaces para medir la calidad. Por ejemplo, la consistencia del proceso de producción, que se encarga de que cada unidad se ajuste a los estándares que se hayan definido previamente. O la capacidad de la empresa para responder a los cambios en el mercado y para integrar mejoras continuas y nuevas tecnologías que ayuden al producto a seguir siendo competitivo.
¿Por qué es importante la calidad de un producto?
La calidad de un producto es un factor determinante para que pueda conseguir ventas en el mercado. Aunque hoy en día disponemos de más alternativas que nunca y en algunos sectores como la moda se prioriza el precio frente a la calidad, sigue siendo clave para la supervivencia en el largo plazo.
Pero más allá de la satisfacción del consumidor, la calidad repercute directamente en la percepción que este tiene de la marca. Y, por tanto, en su reputación y en la capacidad para fidelizar a sus clientes. Cuando un producto está bien diseñado y es fiable, cumple con su función, pero también genera una experiencia positiva que refuerza la confianza hacia la empresa. Y en el caso de los mercados saturados, el nivel de calidad puede ser decisivo para destacar frente a la competencia y posicionarse como la marca de referencia.
Desde una perspectiva económica, la mejora de la calidad también equivale a una mayor eficiencia. Reduce las devoluciones, las reparaciones y las reclamaciones, y mejora la productividad de la empresa. Y puesto que ayuda a construir relaciones duraderas con los clientes, se asegura un ingreso constante y un retorno de valor para ambas partes. Por tanto, la inversión en calidad se traduce en sostenibilidad, competitividad y éxito a largo plazo.
¿Cómo mejorar la calidad de un producto?
La mejora de la calidad de un producto se puede conseguir con los siguientes consejos:
Identificar necesidades y requisitos de los clientes
El diseño de un producto se debe realizar teniendo en cuenta los deseos y necesidades de los clientes. Para que se ajuste a sus expectativas, debemos identificar qué es lo que busca el público objetivo y cuál es su prioridad, para adaptar las propuestas a ello. Por ejemplo, si lo que busca es un producto económico, se buscará un estándar de calidad que se ajuste al precio que desea pagar. Cuando más se ajuste el diseño a sus necesidades y expectativas, más alta será la probabilidad de que se venda.
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Agilizar la comunicación interna
El diseñador de producto será la persona encargada de concebirlo y llevarlo a la realidad. Quienes participen en el proceso, ya sea diseño o marketing, deben ser perfiles expertos, que puedan trabajar de manera conjunta y coordinada para que el resultado sea el esperado.
Al tratarse de varios equipos, se necesita que la comunicación interna sea eficaz y enfocada en la mejora continua. Es conveniente hacer uso del Design Thinking para la resolución de problemas y de metodologías ágiles para asegurar que se cumple con los objetivos.
Optimizar la gestión de la demanda
La calidad de un producto puede venir determinada por sus características intrínsecas o por su disponibilidad. Es decir, por los servicios que van asociados al producto para que los clientes puedan disfrutar de él. No obstante, estos no dependen siempre de la marca, sino de los intermediarios o puntos de venta.
Sin embargo, lo que sí queda en manos de la marca es la producción y el nivel de stock en su almacén directo. La satisfacción del cliente se incrementa cuando considera que un producto tiene un valor elevado y tiene la posibilidad de conseguirlo.
Potenciar la formación técnica del equipo
Dado que la calidad de un producto debe incorporar siempre las mejoras en términos de tecnología o innovación, el personal necesita mantenerse actualizado. Si la marca invierte de forma continuada en programas educativos y capacitaciones, el equipo mejorará sus habilidades y conocimientos, que se trasladarán al producto. La formación también es eficaz para optimizar los procesos de producción y para mantener un control de calidad en productos.
Cuidar el servicio de postventa
La relación con un cliente no finaliza una vez que se consigue una venta, sino que se mantiene en el tiempo. Si el cliente experimenta algún problema después de realizar la compra, el servicio postventa será el encargado de dar respuesta a sus demandas. Este también tendrá que ajustarse a unos estándares determinados y ofrecer calidad al cliente a través de la atención prestada. De este modo, se mantiene la satisfacción de aquel y se mejora la reputación de la marca.
Este servicio es una vía para obtener feedback de los clientes, a través del cual se conseguirá la mejora continua del producto, con optimizaciones que se basan en experiencias reales.
Revisar y definir procesos internos
Todas las etapas del diseño deben analizarse para poder optimizarlas y mejorar la calidad del producto. Si los procedimientos son más precisos y eficaces, se reducen los errores y se garantiza una mayor consistencia en la calidad del producto final.
Mediante la revisión constante, se facilitará la adaptación a nuevas tecnologías y metodologías, para que el producto pueda continuar evolucionando de la mano de las demandas del mercado y las expectativas del cliente.
Contratar personal especializado
Trabajar con profesionales capacitados y con experiencia concreta en el campo del diseño de producto, fabricación o control de calidad, se fortalece la capacidad de la empresa para ofrecer productos de alto rendimiento.
Un equipo especializado cuenta con conocimientos técnicos y habilidades especializadas. Pero también presenta una mejor comprensión de los estándares de la industria en la que se opera, que será útil para continuar innovando.
Revisar la capacitación y actualizarla
La formación continua sirve para actualizar de manera constante las habilidades y los conocimientos del personal. El objetivo es que esté al tanto de las últimas prácticas, tecnologías y estándares de calidad en la industria.
Pero más allá de que fortalece las competencias técnicas, el equipo se siente mejor integrado y valorado. Por tanto, aumentará su compromiso con la marca y el desarrollo de productos de calidad. También reducirá los errores operativos y se tendrá más seguridad para hacer frente a los desafíos que puedan surgir.
Implementar mantenimiento preventivo y limpieza periódica
El estado de la maquinaria también influye en la calidad de un producto. Los problemas durante el proceso de elaboración se trasladarán al resultado final, aunque no tiene por qué ser perceptible a primera vista. Para que la maquinaria funcione correctamente, se necesitan tanto limpiezas periódicas como revisiones del estado.
Un plan de mantenimiento preventivo de las máquinas ahorra costes, ya que resulta más barato realizar cambios antes de que se produzca una avería. Además, se evita que el proceso de producción se vea interrumpido, que genera pérdidas y retrasa el número de unidades fabricadas.
La calidad de los productos está directamente relacionada con su éxito en el mercado. Sin embargo, además de abarcar los estándares y los indicadores que se utilizan para medirla, no podemos perder de vista su variabilidad y la importancia de que se ajuste continuamente a los cambios que se producen. Para ello, se necesitan profesionales que tengan las habilidades y los conocimientos adecuados para aplicar la innovación en el diseño de producto y ofrecer nuevas mejoras y propuestas. Si quieres ser uno de estos profesionales, fórmate con nuestro máster.