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Con Bibendum empezó todo

En el Museu del Disseny de Barcelona se expone una muestra de la Colección Mateu Llinàs y Audet de Barcelona y del Museo de Cerámica de Manises (Valencia).

Autor: Óscar Guayabero
Diseño gráfico
4 de Enero de 2019

Bajo el nombre de “El Boom de la Publicidad. Reclamos de hojalata, cartón y azulejo. 1890-1950”, explora los inicios de los soportes físicos de la propaganda. El objetivo es acercar a todos los públicos estos reclamos publicitarios, tan populares en su momento, y que hoy pertenecen al mundo del coleccionismo y los museos y han alcanzado la consideración de patrimonio cultural por su dimensión comunicadora, artística y social.

Si hay algo que destaca, a parte de la calidad gráfica y plástica de las piezas expuestas, es la presencia de mascotas comerciales. Y es que en ese momento, entre finales del S.XIX y la primera mitad del XX, las mascotas que “encarnaban” marcas eran omnipresentes.

Michelin con su Bibendum fue la primera aparición registrada históricamente de una mascota como acompañamiento de una marca, era 1898. En 1894, dentro de la Exposición Universal y Colonial de Lyón, los dos hermanos Michelin observan en su pabellón una pila de neumáticos de diferentes tamaños que tiene una sugerente silueta. Dicen que entonces Édouard le comentó a André: “Si tuviera brazos parecería un hombre”. La idea fue evolucionando hasta que Marius Rossillon (que firma con el pseudónimo O’Galop) diseña, siguiendo las indicaciones de André Michelin, un cartel en el que se ve en un banquete a un imponente personaje hecho de neumáticos que levanta su copa llena de clavos y de fragmentos de vidrio y brinda: “Nunc est bibendum” (equivalente a “¡Salud! El neumático se traga los obstáculos”). Desde ese momento la evolución de Bibendum es imparable. Al mismo tiempo, otras marcas adoptan la misma estrategia y las mascotas comerciales proliferan en todo tipo de productos. En ocasiones eran personajes humanos, pero los que tuvieron más continuidad fueron lo que elegían animales o seres de ficción para poner rostro a las marcas. En la exposición podremos ver desde limpiametales a cerveza, de caldos en pastillas a pinturas, de fertilizantes a bicicletas y casi siempre una mascota que los acompaña.

Las razones del porqué de su éxito serían difíciles de resumir, en un post breve como este, pero la principal era la capacidad de generar empatía entre los consumidores y las marcas. Un público “virgen” del bombardeo publicitario, no contaba con los mecanismos de escepticismo que ahora tenemos, así que ver a un simpático personaje cantar las bondades de un producto era un método bastante eficaz. Con los años todo se fue sofisticando y las mascotas han quedado relegadas, casi en exclusiva, a aquellos productos alimentarios que tienen relación con el público infantil.

 

 

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